En ocasiones la actitud del artista manifiesta un claro esfuerzo en derramar tu espíritu, alma y cuerpo por los cuatro costados de su obra, Y bajo esas circunstancias que resuenan un extraño espectáculo; su misma fragancia y su ser más genuino se adivinan en cada pincelada, en cada forma, en la composición, en la elección misma de cada motivo. Es, como digo, algo extraño pero fácil de percibir, es algo que de alguna manera escapa del control razonado de las tareas del oficio. Eso es el arte, o mejor dicho, eso es lo que otorga al ser humano el calificativo de artista. Porque el arte es más que una habilidad o destreza. Es la capacidad de materializar los pensamientos, los sentimientos y hasta lo más oculto del propio ser.

Julia Adeva lleva muchos años experimentando ese rito. Conocedora, desde sus inicios como restauradora de obra gráfica, de las muchas dimensiones del oficio del arte, ha seguido un admirable camino de estudio tanto a través de las diferentes técnicas pictóricas  que ha practicado, como de los más variados géneros en los que se ha sumergido. Paisajes, bodegones, figuras, composiciones han tenido al pasar por el tamiz de sus sensibilidad, soluciones siempre diferentes, novedosas de un gran poder expresivo.

Posee Julia ,el infatigable don del rigorismo formal que otorga una solidez y estabilidad a sus obras dignas de los gustos clasicistas mas exigentes. Si a esto se une la madura percepción que ha adquirido, en cuanto a los valores de la pintura, como son la entonación y la armonización cromática, el resultado no puede nunca defraudar. Siempre será atractivo, como podrá comprobar todo aquel que se acerque a la exhibición de sus trabajos.

Miguel Ángel Oyarbide